En el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo
Lectura del Evangelio según san Lucas 13, 18-19: “Decía,
pues: -¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a una
semilla de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece hasta
hacerse árbol y las aves del cielo anidan en sus ramas”.
A lo largo de esta
semana de oración y reflexión sobre la palabra de Dios hemos visto cómo todos
hacen algo bueno en este mundo: Dios Padre siembra la semilla de vida de su Hijo en el huerto de
esta tierra. Jesús, uno más entre nosotros, crece y crece haciéndose un gran
árbol, el del Reino, que da muchos
frutos entre las personas que acogen su vida, el principal el de la salvación.
Por su parte, los que han recibido la semilla de ese Reino no han podido dejar
de transmitirla a otros. Y nosotros, alumnos del Amor de Dios ¿Qué haremos con
este Jesús que ha sido sembrado en nuestra vida? ¿Dejaremos que se haga un
árbol grande que sólo dé buenos frutos, por ejemplo: de alegría, de entusiasmo,
de confianza, de ayuda, de cercanía, de perdón, de humildad, de fe, de
trabajo…? O, por el contrario ¿dejaremos
que se seque esta semilla y comencemos a dar frutos malos de prepotencia, mentira, rencor, discriminación,
peleas, egoísmos, favoritismos…? Lo que
dejemos sembrar y crecer en nuestro huerto-vida eso es lo que luego vamos a
tener y dar.
Pensamos personalmente
en silencio un compromiso que podamos adquirir para, no sólo dejarnos sembrar por Dios Padre, sino
también para formar parte de ese árbol grande, que es Jesús, y unidos a él
poder dar sus mismos frutos de vida y
cobijo a los demás. Terminamos dando gracias a Dios por esta Palabra de vida que nos ha transmitido Jesús.