martes, 18 de febrero de 2014

ORACIÓN DE LA MAÑANA 18 DE FEBRERO

PARÁBOLAS DE JESÚS: EL BANQUETE DE BODAS. Reflexión primera.

J
esús nos enseña  en esta Parábola, cómo el plan salvador de Dios  no se detiene ante los que se niegan a aceptarlo, pues tiene vida propia; por eso avanza y se realiza a pesar de quienes lo rechacen y se autoexcluyan de recibirlo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 14, 16-24: “Jesús tomó de nuevo la palabra y les habló en parábolas: El Reino de Dios se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo y envió criados para llamar a los invitados”.

¿Qué vemos en  esta introducción de la parábola que nos ayuda a  entender lo que es el  REINO DE DIOS vivido y enseñado por Jesús? Dos cosas:
·        Cómo  Jesús desea que conozcamos lo mejor posible lo que es el del Reino de Dios y nos lo sigue enseñando a través de parábolas o ejemplos.
·        Cómo esta vez nos descubre que:
1.     Ese Reino tiene un Rey.
2.     Ese Reino tiene un Hijo que se casa.
3.     En ese Reino hay mucha fiesta y alegría.
4.     En ese Reino hay también mucha gente pues todos vamos a recibir una invitación personal, a través de sus servidores, para ir a celebrar la gran boda del Hijo. ¿Quién será la novia? ¿Alguno se lo imagina ya?

Reflexión primera. Lo que sí es seguro es que  alguna vez hemos asistido a una boda de algún familiar o amigo, es decir, de alguien que nos quiere y desea tenernos cerca de sí en los momentos personales más importantes. También sabemos que es muy recomendable aceptar la invitación como muestra de cariño y gratitud por habernos invitado; así como preparar el traje o vestido con el que vamos a asistir al banquete y hacerle algún regalo a los novios, en la medida de nuestras posibilidades,  aunque lo más importante sea que asistamos a su boda, pues no podemos ni imaginárnoslos  solos, sin familiares ni amigos que no quieran acompañarlos  en su gran fiesta. ¡Qué pena si ocurriera eso!

Reflexión segunda. Jesús nos dice que en este Reino de Dios hay un Rey que va a casar al Hijo y va a comenzar a pasar las invitaciones para la fiesta. ¿Tendremos que ver nosotros algo en esta boda? ¿Recibiremos la invitación? ¿Seremos a caso la novia? ¿Recordáis en qué momento del evangelio Jesús dice que: “Cuando resuciten de la muerte, los hombres y las mujeres no se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo…”? Mc 12, 24-27. Este banquete entonces ¿dónde se celebrará  en el cielo o en la tierra? Y,  ¿cuándo será, ahora o al final?

Vamos a identificar a los personajes, el lugar y el tiempo.
©     El Rey es Dios Padre que nos pasa una invitación muy especial como elegidos para…
©     El novio es Jesús que se desposa con…
©     La novia es la humanidad, cada una de las personas que vivimos en este mundo y que  recibimos una invitación del Padre para que aceptemos a su Hijo, Jesús. La primera persona que aceptó que la divinidad se uniese a ella íntimamente en su humanidad fue María, que a la vez, por ser la primera, lo da a luz en la tierra como madre también.
©     El lugar de celebración del banquete nupcial es la tierra. Y el tiempo a lo largo de los años que a cada uno Dios le dé de vida aquí.

Oración. Señor, aunque esto parezca un poco difícil de entender, porque debe de ser algo inimaginable y maravilloso, se nos hace más sencillo comprenderlo a través de tu madre, María, pues ella, era una joven como las demás, que nació en una familia semejante a la nuestra y que necesitó que la cuidasen como a todos, la enseñen a leer y escribir y a crecer y madurar. Pues bien, vemos cómo un día recibe una invitación que la sorprendió muchísimo porque consistía en que permitiera a Jesús,  Hijo de Dios, formar parte de su vida como persona y como familia,  aceptándolo dentro de su vida. Desde entonces, aquí y en el más allá, ella estuvo unida a Jesús, Dios hecho hombre, que vino para ser uno con nuestra humanidad. Gracias pues, Señor, porque has querido elegirnos para darnos tu misma vida, que es eterna, a todos, y nos pasas cada día una invitación para que respondamos responsablemente a la misma como María. Amén.