En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14:
“A algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás les dijo esta parábola:” -Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano”.
Jesús lleva tres días
contándonos, a nosotros, alumnos del Amor de Dios, esta parábola o ejemplo que
él veía ocurría entre la gente de su época, pero que sabe nos pasa a nosotros
también y por eso nos la ha ido explicando a lo largo de estos días como algo
que necesitamos saber para conocernos. Quien más nos quiere en este mundo es
Jesús y, además, es el único que conoce cuál es nuestra verdad o mentira y nos
ayuda a descubrirla a través de su
Evangelio. Si somos sinceros pues, habremos visto que, dentro de nosotros hay
un fariseo y un publicano en nuestra forma de relacionarnos con Dios Padre y
con los demás. Que el Señor, cuando nos dirigimos a él, sabe si lo hacemos al
estilo fariseo o al estilo publicano. Y nuestros compañeros, profesores,
padres y demás familiares notan,
igualmente, si les hablamos desde la humildad, el respeto, el reconocimiento,
el amor, el compartir lo que somos… o desde la prepotencia, el desprecio, el
creernos más que los otros, el intentar que caigan en la cuenta de todo lo que
hacemos y valemos…Vamos entonces a pensar y orar junto al Señor, sinceramente,
y con toda confianza, en el amor de Jesús a cada uno de nosotros. (Pausa
reflexiva) Podemos a continuación cerrar nuestros ojos y ver la imagen de Jesús
en nuestro interior si eso nos ayuda más a realizar la siguiente oración:
En primer lugar,
gracias, Señor, por tus enseñanzas, por tus consejos, por tus ejemplos que nos
ayudan a descubrir cómo somos y cómo podemos llegar a ser. Te damos gracias
también porque nunca nos engañas y nunca nos rechazas. Porque a través de tus
parábolas, nos vas guiando con tu luz y consejo hacia ese reino de felicidad
que nos quieres dar a todos ya en este mundo y luego en el otro.
Queremos pedirte,
igualmente, que nos perdones si hemos sido fariseos orgullosos que te hemos
despreciado a ti y a los demás, y que nos hagas humildes y sencillos.
Queremos pedir perdón a los que hayamos
hecho mal con nuestras palabras, actitudes y rechazos. Y, a la vez, perdonamos
de todo corazón a los que se han portado mal con nosotros alguna vez o muchas,
pues así nos pareceremos a ti que siempre nos perdonas y acoges. (Podemos cogernos de la mano o darnos la
paz).
Queremos también tener
presente a nuestra madre la Virgen, para que
nos ayude a ser sencillos y
contemos siempre contigo como lo hacía ella. Rezamos el Ave María.
Compromiso.
Repetir a lo largo del día: “Todo el que se ensalce será humillado; y
el que se humille será ensalzado”. (Podemos escribirlo en la pizarra).