En el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo
Lectura del santo
Evangelio según san Mateo 13, 44: “El reino de los cielos es
como un tesoro escondido en un campo. Cuando un hombre lo descubrió, lo volvió
a esconder, y lleno de alegría fue y vendió todo lo que tenía y compró ese
campo”.
¿A
QUIÉNES REPRESENTA EL CAMPO?
El
“campo” es la vida, la Palabra de Dios, los sacramentos, la
Iglesia, la oración, la entrega a los demás, el trabajo, la fiesta, el
descanso...
Seguimos reflexionando
sobre Jesús como el único tesoro que merece la pena buscar porque permanece
para siempre. Hoy, nos acercamos a
buscarlo en otra parte del campo de la tierra donde él permaneció cuando vivió
y que a veces resulta muy difícil poder encontrarlo:
1.
Estuvo en los conflictos humanos: cuando
querían apedrear a una mujer o cuando denunciaba la exclusión de los pobres,
los niños, los cobradores de impuestos…Cuando daba a conocer su Reino y no lo
entendían o cuando finalmente lo juzgan y lo crucifican. Ahí estuvo y está Jesús, el tesoro escondido que no pasa, enseñando,
perdonando y salvando. (Pausa para pensar si nosotros buscaríamos a Jesús
en el perdón y en dar la vida por los demás y aclarar dudas).
2.
Estuvo cerca de todos en su resurrección
y en su regreso al Padre. Ahí estuvo y
está Jesús, el tesoro escondido que no pasa, preparándonos un lugar junto a él
en su Reino para siempre. (Pausa para pensar si nosotros buscaríamos a
Jesús en la fe en la vida eterna y aclarar posibles dudas).
Como estos son de los
lugares del campo de este mundo más difíciles para buscar a Jesús, vamos a
pensar en dos clases de personas que nos pueden servir de ejemplo y animarnos
para buscarlo. Cuando llegó el momento de la traición, del rechazo, de la
cruz, de quitarle la vida, unos, los apóstoles, huyeron cobardemente,
pues tenían miedo al sufrimiento, a la cruz, a la muerte; pero luego, se
arrepintieron y volvieron a ser sus amigos y a creer que había resucitado pues
lo sentían vivo, dándoles su fuerza y su valor a cada uno, es decir, su
ESPÍRITU. Otra, la Virgen, estuvo
siempre a su lado hasta el final creyendo en él. También algunas mujeres, aunque con miedo, lo siguieron
hasta la muerte y se llenaron de gozo con su resurrección. Todos buscaron y encontraron el gran Tesoro.
Oración: Señor,
tenemos mucho miedo: a la enfermedad, al fracaso, al rechazo de los demás, a
perder a seres queridos, a morir nosotros también, pero sabemos que en esto
también estás tú escondido dándole valor y sentido. Te pedimos la ayuda y la
fortaleza que le concediste a tus discípulos para saber encontrarte en momentos
como estos de gran dificultad. Amén.