PARÁBOLAS DE
JESÚS: EL BANQUETE DE BODAS. Reflexión quinta
En el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
Lectura del
santo Evangelio según san Lucas 14, 16-24: “Jesús tomó de nuevo la palabra y
les habló en parábolas: El Reino de Dios se parece a un rey que celebraba la
boda de su hijo y envió criados para llamar a los invitados”.
Vamos a realizar
una síntesis de lo que Jesús nos ha querido enseñar principalmente con esta
parábola. (Podemos irlo diciendo cada uno. Luego completamos. Hacemos breve
silencio para escuchar).
·
Dios
Padre no se desentiende de sus hijos, abandonándolos una vez colocados en este
mundo. No. Nos ofrece la vida humana y la completa con la suya propia. Por eso
en este momento queremos darle gracias por ser hijos suyos atendidos en todo
momento. Gracias, Señor. Todos: gracias, Señor.
·
Esta
vida divina suya llega a nosotros a
través de la persona de Jesucristo, pero de forma íntima, no superficial. Sino como hizo con
María, entrando en nuestro interior para formar una unidad de amor y vida. Por
tanto, Dios ya no es algo abstracto o lejano, que no lo podemos ni imaginar.
Pues Señor, por haberte hecho tan concreto y cercano, te damos gracias. Todos:
gracias, Señor.
·
Dios
Padre, una vez que nos crea como hijos, quiere hacernos felices desde el primer
momento de nuestra existencia en la tierra, por eso nos invita una y otra vez a
participar de esta felicidad acogiendo a Jesús a través de su palabra y
participando en el banquete de su cuerpo, de su perdón, de su familia y de su
entrega a los demás. Para que siempre sepamos responder a esta invitación, le
pedimos su ayuda. Señor, concédenos la gracia de tu fuerza para responderte.
Todos: Concédenosla, Señor.
·
También
sabemos por experiencia propia que no siempre aceptamos esta invitación al
banquete de bodas con su Hijo y preferimos nuestras cosas e intereses antes que
los del Señor y los demás. Por eso, humildemente lo reconocemos y te pedimos
disculpas, Señor. Todos: discúlpanos, Señor.